El triángulo de las Bermudas y el triángulo de los libertarios
El arte del saqueo es que pase lo más inadvertido posible. Sun Tzu diría que pase sin conflicto. El ideal sería que el enemigo entregue sus bienes por su propia voluntad. En la convicción que es beneficioso poner en manos ajenas lo que le pertenece. Sea por incapacidad innata, por ignorancia, por endeudamiento o por un entorno de crisis. Que crea que ya no le conviene ejercer soberanía sobre su patrimonio. En este caso, el enemigo ha perdido su voluntad o se encuentra en un nivel de aturdimiento que no distingue lo propio de lo ajeno. Ni la importancia de ejercer el dominio sobre lo propio.
Pero no todo enemigo está dormido, distraído y sin voluntad. Hay otro sector frente al cual hay que actuar tan rápido como sea posible. Política de shock. Un pase mágico. Producir la transferencia sin que se dé cuenta, sin tiempo para la reflexión, ni capacidad de respuesta. Así la operación de saqueo, a la velocidad del rayo, se habrá llevado con éxito. Cuando esté terminada la acción, los ojos del enemigo seguirán enceguecidos por la luminosidad del propio rayo.
En todos los casos, una vez obtenido el control de esos bienes, hay que blanquear y naturalizar su posesión. Firmar un pacto de paz. Legalizarlo. Cubrirlo con algún manto sagrado para garantizar su manejo ¿La famosa inalienabilidad de la gran propiedad privada? ¿Un paraguas debajo del cual se mantiene ad infinitum el statu quo?
El asunto es que probablemente exista un tercer sector, seguramente minoritario, que pueda ofrecer otro nivel de resistencia. De esta manera se hace imposible eludir la confrontación. En ese caso se caerá la máscara y palabras violencia, crueldad, sufrimiento se pondrán a la orden del día, para poner en caja a los díscolos.
El Triángulo de las Bermudas.
Se trata de un fragmento de mar que se forma al unir tres puntos: las islas Bermudas, Puerto Rico y Miami. Es un triángulo equilátero. Allí se hundieron barcos, se cayeron aviones y… desaparecieron. Se los tragó el mar. Misterio. Se cuentan mil historias. Algunas se cree que son fantasías puras. Otras parecen suficientemente probadas y acreditadas. Así el mito y la realidad se mezclan sin una frontera clara. Parece que transitar la zona genera un placer especial, al convivir con dos peligros escondidos que acechan al viajante: desde el aire (los huracanes) y desde el mar (los poderosos remolinos)
El triángulo de los libertarios
El triángulo de los libertarios o neocoloniales no es muy distinto. Surge de unir tres puntos: la defensa irrestricta de la vida, la libertad y la propiedad (privada). Muy lindo. Así, primero se vincula la vida a la libertad. Y luego el tránsito de la libertad a la propiedad privada. Así cierran el triángulo.
Por la experiencia histórica, surge la convicción que tras las hermosas banderas de la vida y la libertad, se esconde es el verdadero objetivo: la defensa absoluta de la gran propiedad (privada). Detrás del cual, finalmente, van a hundirse la vida y la libertad. Los libertarios o neocoloniales realzan la legitimidad del triángulo como si se tratara de una verdad rebelada. Un dogma. Aunque entre en contradicción con la experiencia histórica.
Esto se observa cuando aparecen las luchas populares por la vida, por la libertad y por un mínimo de propiedad (con la cual poder vivir y ejercer la libertad) La reacción se vuelve violenta. La legitimidad, la verdad rebelada y el dogma, tantas veces repetido verbalmente; se hunden y desaparecen en el triángulo práctico de los libertarios.
Si en ésta lucha (que vienen ganando los ricos, según Warren Buffet) no ya la vida o la libertad, sino una pequeña parte de sus cuantiosas propiedades (de las que se priva a las mayorías) se sienten afectadas; no dudan en privilegiar la propiedad (privada), cercenando la libertad y menospreciando la vida.
La puja por el mando del sistema represivo.
No en vano la pelea por el manejo de los ministerios de seguridad y defensa. La disputa entre la vicepresidenta (Victoria Villarruel) y la fórmula presidencial de JxC (Patricia Bullrich – Luis Petri) fue con uñas y dientes. Gano la dupla de Macri (aunque este manifestó su enojo por ser relegado en las negociaciones) ¿Qué se busca con tanto ahínco? Nada menos que el manejo de la policía federal, la policía de seguridad aeroportuaria, la gendarmería, la prefectura, la fuerza aérea, la armada y el ejército. ¿Para qué? Quieren disciplinar, amedrentar y reprimir (si fuera necesario) amenazando la libertad y la vida (cárcel o bala, en palabras de José Luis Espert) a los pobres, los excluidos, los desheredados. En cuanto sienten que su propiedad (privada) está en riesgo, la vida y la libertad pasan a un segundo plano. El triángulo se aplana de tal manera que pasa a ser un segmento. Una línea que marca la diferencia entre nosotros y los otros. Los ricos y los pobres. El triángulo virtuoso de los libertarios es para los ricos. Para los pobres el triángulo de las Bermudas.
La famosa década del 70.
Ese triángulo de las Bermudas fue requerido a mediados de la década del 70. En él debían hundirse sin misericordia los sueños (correctos o incorrectos) de igualdad o equidad social que se habían enarbolado en aquellos tiempos y que no ponían en riesgo la vida, ni la libertad de los ricos. Ni siquiera la parte de propiedad (privada) de la que disponían para una vida excelente. Solo aquella parte de propiedad (¿Excedentaria?) que algunos calificaban como excesiva para estar bajo el dominio de tan poca gente. Fuera la reforma agraria o la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas (la respuesta fue cárcel y bala)
Entonces, no dudaron en privar de la vida a los que luchaban por un orden social distinto. En el medio estaba en juego su propiedad (privada), que era más importante que la vida y la libertad ajenas. La de los otros, los pobres, los orcos.
Una discusión vana.
Por eso discuten si fueron 30.000 u 8961 (como quedaron registrados en la Conadep) Aunque sabemos que no todas las familias denunciaron, que hubo familias que fueron diezmadas, que nunca se terminaron por conocer los archivos de la dictadura, que hay otras denuncias aberrantes, etcétera. ¿Cuál es el sentido de la discusión? Probando algunos miles (8961) quedaba claro que se trataba de un plan sistemático de terrorismo de Estado con la finalidad de paralizar al pueblo, impedir sus expresiones, sus luchas. Prohibir las actividades políticas, sindicales, estudiantiles, barriales, etc. con la finalidad de realizar las transformaciones económicas que pretendían los ricos (saqueo a mansalva, transferencia de cientos de miles de millones de dólares del trabajo al capital, de la producción a la especulación financiera, de la sociedad a los grupos económicos que se habían endeudado,…) la excusa fue “que estaban combatiendo a la guerrilla”. Guerrilla que para entonces no tenía capacidad militar alguna. Insisto. A quien se combatió, secuestró, desapareció, torturó, asesinó…fueron a los militantes sociales, gremiales, estudiantiles, de la cultura, periodistas…que pudieran entorpecer la realización de su plan siniestro. Entonces si esta realidad ya fue probada y juzgada en el marco de las garantías constitucionales ¿Cuál sería la importancia de la diferencia entre 8.961, 30.000 o un número intermedio (los propios militares hablaron de 22.000)? Solo quieren cambiar el eje del debate: la violación sistemática a los DDHH se ejecutó para consolidar la propiedad (privada) de los saqueadores del país. Que siempre esconden sus miserias detrás de palabras vibrantes.
Viva la libertad carajo!!! Grita Javier Milei
Ha usado esa frase con éxito. Él (quizás de buena fe) parte del diagnóstico que en Argentina carecemos de libertad. O, en todo caso, carecemos de suficiente libertad. Podríamos imaginar un diálogo donde Conan pregunta y JM responde:
¿Quién impide el ejercicio pleno de la libertad?
La casta política.
¿La casta que elige el pueblo cada dos años a través del sufragio universal? Sí, a eso le llamo casta.
¿Qué hace esa casta?
Conduce una organización criminal que es el Estado. Que le roba a la población con impuestos para vivir en el privilegio. Ellos son los únicos favorecidos. Etc. Quizás el crea que es así.
Para mí no es así.
Por mi parte puedo decir que: sin desconocer la cuota de verdad que anida en este planteo, observo que es una verdad muy relativa y vale muy poco. Quizás se pueda recortar un 0,2%/PBI el gasto político (de la casta) Está bien. Pero eso no mueve el amperímetro. Como ya lo estamos viendo con su práctica política antes de asumir la presidencia. “Se apagaron los micrófonos y se encendió la realidad”.
La realidad es que: lo que le falta a la Argentina no es libertad.
Lo que le falta en la Argentina es una articulación soberana e inteligente para su desarrollo. Armonizar el crecimiento económico, la energía, las comunicaciones, el transporte, la infraestructura, la cultura, el ambiente, el arte, la educación, la ciencia, la tecnología, la producción y la comercialización; para un desarrollo integral, federal, armónico. Defendiendo la vida, la libertad y la propiedad (en sus múltiples formas) para todos. Hecho que se logra a través de la participación activa de todos los estamentos políticos, sociales, culturales….sintetizados en un PLAN ESTRATÉGICO ORIENTATIVO. Fuente democrática de seguridad y previsibilidad que permitiría multiplicar la tan alicaída inversión.
Es lógico preguntarse: Si no es para imaginar una vida mejor, avanzando hacia el futuro que deseamos y planificar los pasos para alcanzarlo ¿Para qué sirve la libertad? La libertad en un animal es no tener cadenas. En el homo sapiens la libertad es creadora o no es libertad. El futuro no llega, lo construimos nosotros. En una sociedad libre, la libertad debe ser para todos y cada uno. No se trata de la libertad de unos para encadenar a los otros.
Del triángulo libertario de las Bermudas, donde cada tanto se hunden la vida y la libertad, deberíamos pasar al “Pentágono de la Justicia”: libertad, equidad, fraternidad y propiedad (suficiente) para una buena vida. Que sea para todos y cada uno, porque “Naides, es más que naides, y menos que naides”.