La firma Magic Software Argentina, proveedora del gobierno porteño, es la única que tiene patentado el desarrollo de la boleta electrónica en el país. Denuncian que la resolución del jefe de la Ciudad «es a medida» de esa compañía.
Entre el febril consumo de encuestas y el dilema de afrontar hasta seis comicios en 2015, el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, decidió activar el voto electrónico y la boleta única para la Ciudad de Buenos Aires para atravesar un año decisivo. Será el último de su segundo mandato comunal y, al mismo tiempo, la primera vez que 2,5 millones de porteños deban sufragar por medios digitales y remplazar la urna por una pantalla táctil. La iniciativa, por ahora, alcanzaría a todos los votantes, pero podría ser en etapas, como ha sucedido en otros distritos electorales. Algunos arriesgan que los tiempos no alcanzan, otros sospechan que la gestión PRO echó mano al sufragio digital para alivianar el peso de un sexteto de fechas determinantes.
Los intentos porteños para explorar el remplazo de la clásica boleta por un clic datan de 2005, durante la gestión de Aníbal Ibarra, antes de la tragedia de Cromañón. Una época en que todavía se hablaba de la buena suerte del ex fiscal del Frente Grande, mientras sus arquitectos electorales, con Néstor Kirchner como aliado desde la Casa Rosada, se animaban a probar el voto digital. Nadie arriesgaba, por entonces, la posibilidad de aplicar una boleta única y electrónica.
La prevista para el año próximo, en pleno proceso de licitación nacional e internacional, será uno de los negocios electrónicos más grandes del sistema electoral argentino.
El primer experimento, según recopila un informe de 2007 de la Auditoría de la Ciudad de Buenos Aires (AGCBA), se concretó el 23 de octubre de 2005, mediante la «Prueba Piloto de Voto Electrónico». Fue financiada con un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y estuvo a cargo de la Dirección General de Gestión Electoral que, antes de esos comicios, llegó a implementar, en abril de ese año, «un sistema de Registro de Electores digitalizado que posee la capacidad de captar datos biométricos de los electores». Esto fue una instancia pionera del intrusivo sistema biométrico que hoy funciona en todo el país. Fue estrenado con una «Campaña de empadronamiento para residentes extranjeros de la Ciudad» y resultó la antesala de las elecciones de medio término de octubre de 2005, donde los porteños sufragaron para designar diputados nacionales y legisladores porteños. Los resultados le adjudicaron una holgada victoria a la Alianza Propuesta Repúblicana con 591.552 votos que ungieron a Mauricio Macri como primer diputado nacional y a su joven amigo Marcos Peña como legislador porteño. El lugar de segunda fuerza quedó para el ARI de Elisa Carrió con 369.922 votos y el Frente para la Victoria alcanzó el tercer puesto con 347.651 sufragios. La elección, con experimento electrónico incluido, significó una de las primeras victorias del macrismo en su historia electoral. Nueve años después de esos comicios, el PRO omitió mencionar el proceso durante el anuncio de la implementación de la boleta electrónica.
AMNESIA SELECTIVA. Según la AGCBA, el experimento de 2005 «se aplicó con éxito», pero nunca se pudo «continuar ni con la explotación ni con la finalización o adecuación que hubiere estimado necesario realizar». Dos años después, el organismo de control comprobó que las 202 máquinas que fueron distribuidas en 52 escuelas porteñas estaban «ostensiblemente deterioradas».
De esa iniciativa, promovida por la Dirección Electoral porteña y el Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, casi no queda nada. Difícilmente pueda ser mencionada como una prueba útil, que sirva para afianzar la boleta única electrónica que ahora el PRO quiere aplicar, diez años después del primer experimento. A pesar de su similitud, ambas iniciativas no sólo están separadas por una década sino también porque la primera fue un proyecto público desarrollado junto con la UBA, similar al que había diseñado la española Indra en la experiencia de Tierra del Fuego.
La prevista para el año próximo, en pleno proceso de licitación nacional e internacional, será uno de los negocios electrónicos más grandes del sistema electoral argentino, pero podría tener un solo ofertante criollo: la empresa de capitales nacionales Magic Software Agentina SA, la única que tiene patentado el desarrollo tecnológico de la boleta electrónica en el país.
Dentro del mercado local, Magic Software compite con Indra, la holandesa Smartmatic y las nacionales Allpa y Altec, entre otras. Esta semana, la directora de la Fundación Vía Libre, Beatriz Busaniche, denunció que la resolución para aplicar el voto digital que firmó el jefe de gobierno «ha sido realizada a medida de Magic Software (MSA)». Aunque desde la gestión PRO desestimaron la denuncia, no pudieron negar que esa empresa posee la patente de la boleta electrónica. Aun así advirtieron que «posiblemente» se presentarán «algunos competidores internacionales», como la holandesa Smartmatic, que implementó el voto digital en Venezuela, o la ibérica Indra. Ante las consultas de este diario, Busaniche advirtió que, «si aparecen oferentes internacionales, MSA se beneficia igual porque el ganador de la licitación deberá pagarle regalias a MSA por la patente, y además hemos comprobado que nadie cumple con las condiciones que dice del decreto».
DEL TICKET A LA BOLETA. Para competir, MSA podría hacer valer, además de la única patente nacional, sus antecedentes en votaciones electrónicas desde la reforma constitucional del 94, las elecciones de APTRA para entregar el premio Martín Fierro, y la celebración de internas y elecciones definitivas en la localidad santafesina de Rafaela, en La Falda (Córdoba) y en las provincias de Tucumán, Chaco y Salta. Sin embargo, en la Ciudad también hay negocios poco conocidos entre la gestión PRO y MSA.
El último sucedió el 18 de junio de este año, gracias a Hernán Lombardi, ministro de Cultura porteño, que contrató a MSA en forma directa para entregarle «el servicio de emisión y administración de venta de localidades para espectáculos y eventos para el Complejo Teatral Buenos Aires». La operación fue por 222 mil pesos, y entró en vigencia el 27 de junio de 2014, según la disposición 103/CTBA/14. El complejo es en los papeles «una organización cultural sin fines de lucro» que «administra los cinco teatros públicos de la Ciudad: San Martín, de la Ribera, Presidente Alvear, Regio y Sarmiento». La venta de los tickets de los teatros públicos porteños en manos de MSA se puede experimentar en http.ctba.globalticket.com.ar.
El anterior negocio, que data de 2012, fue con las exenciones impositivas al pago de ingresos brutos e impuesto a los sellos que le concedió el Ministerio de Desarrollo Económico, a cargo del mendocino Francisco Cabrera, por medio millón de pesos, en el mismo año en que la multinacional estadounidense Iron Mountain había recibido beneficios por 4,8 millones de pesos. Fue un premio por participar en el Distrito Tecnológico de Parque Patricios. Ahora, la tercera operación sería una licitación nacional e internacional, muy parecida a una contratación directa, que dejaría a MSA muy cerca del negocio de la primera boleta electrónica porteña. Casi a un clic de distancia.
Fuente: Tiempo Argentino