Matías Bertiche, autor, actor y director de esta obra, cuenta los detalles de la pieza que habla de la vulnerabilidad de las personas, de lo que ocurre puertas adentro de uno.
En pleno corazón de Palermo, en el Espacio Tromvarte, ubicado en Humahuaca 3759, todos los jueves a las 21 es casi Navidad. Los días previos a la festividad, una travesti recibe la visita de un hombre vestido con camisa, pantalón y silencio. El encuentro forma parte de un ritual del deseo. Pero lo que se intercambia no sólo son caricias, sino también frustraciones y dolor. Matías Bertiche escribió Salta, la linda, una obra que también dirige, junto a Luciana Cervera Novo, y donde además actúa en compañía de Ariel Sánchez. SECCIÓN CIUDAD tuvo la oportunidad de hablar con él.
Salta, la linda, es la segunda obra que dirigís. En la primera, El cauce, abordaste los delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura; y en esta última te metés con las identidades y expresiones de género disidentes. Además, actualmente se te puede ver como actor en Carrousel, una obra que trata la violencia hacia las mujeres. Está claro que hay un compromiso a la hora de concebir y llevar adelante los proyectos, ¿tenés una concepción formada sobre el teatro y su rol en la sociedad?
Pienso y concibo al teatro como una herramienta con potencialidad de transformar la sociedad. Evidentemente en todo proceso creativo que encaro, sin proponérmelo, me veo atraído por imágenes disparadoras que tienen que ver con problemáticas sociales, con cuestiones de género, con hechos históricos que me atraviesan, que no me son indiferentes para nada. Crecí en un entorno donde jamás estas cuestiones nos fueron indiferentes, donde se hablaba siempre mucho de todo, demasiado pensamos a veces con mi hermana… En Rosario mi mamá laburó siempre a la par de mi viejo y siempre nos hablaron de igualdad, de derechos, de no discriminar, del horror, del Nunca Más. Luego, uno mismo se construye y deconstruye para evolucionar. El teatro entonces me toma y se introduce en mi vida adolescente como una forma poderosísima de expresar con el cuerpo todo lo que pensaba y sentía, de dejar que el cuerpo hable, que ese “otro” se anime a decir lo que pensaba, esa sensación tan maravillosa y única que sentimos cuando actuamos. Muchísimo más adelante empiezo a concebir la idea de escribir, algo muy lejano y dificultoso para alguien que venía desde hace mucho capturado por la lectura médico-científica. De la mano de Diego Ferrando, en su taller, escribí El Cauce y luego Salta, la linda, siempre a través de imágenes, en contraposición al teatro de ideas, algo que me resultó fascinante pero sumamente laborioso, de mucha impotencia por momentos y angustia. Pero cuando uno está permeable, la escritura azarosa, casi intempestiva, lo sorprende, y brota algo que es maravilloso. Estoy convencido de que soy más actor que dramaturgo, y agradezco que así sea porque al final la actuación fue la mejor ayuda que tengo a la hora de escribir un obra. Y Salta, la linda además la escribi durante los primeros años que entrené en el Sportivo Teatral, un lugar que me expandió los sentidos, transformó mi actuación y mi escritura sin duda.
Contanos de qué se trata Salta, la linda.
El texto propone acercarnos a la historia de Mikaela, una travesti que tuvo su vida marcada por el exilio de su núcleo familiar a los 14 años y por la lucha incansable por sobrevivir y ser feliz. Gerardo, en cambio, nos muestra al hombre civilmente correcto que viene a desahogar sus deseos, sus instintos más privados, viene a confesarse y a “pecar”. Dos universos se encuentran en un ámbito privado, casi secreto, donde existen reglas y prohibiciones, y donde la libertad reprimida de los cuerpos por momentos parece no aguantar más y querer gritar por los escotes repletos de vello, rubor y sudor.
¿Cómo fue el proceso creativo?
Partimos de lecturas del texto y analizamos mucho los dos personajes. Ambos la pasan mal, padecen, eso era un pilar fundamental, entender de dónde venía esa angustia, comprender los conflictos de cada uno. También tomamos referencias concretas de personas que conocíamos, anécdotas que nos contaban y nos disparaba improvisarlas y nos permitíamos jugar a full. El proceso costó, pero en el sentido de que yo no había pensado actuarla, y como nos costaba encontrar a Gerardo, terminé asumiendoo su papel. Ahí decidí convocar a una gran amiga, talentosa, en quien confío mucho y con quien manejamos un mismo lenguaje, Luciana Cervera Novo, para que la dirijamos juntes y así poder entregarme a la actuación. Después fue todo disfrute en términos creativos y estresante y de mucho laburo en términos de producción, que es algo que me absorbe por completo siempre.
¿Cómo fue el trabajo con Ariel, el actor que interpreta el personaje de la travesti?
Con Ariel Sandez no habíamos trabajado juntos. Lo había visto laburar en dos oportunidades y me había parecido muy virtuoso. Después una amiga en común, Caro Guareschi, me lo recomendó para Mikaela. Nos juntamos a charlar y le di el texto para que lo lea. Ese mismo día me escribió y me dijo “estoy adentro”. Fue una gran noticia para empezar a proyectar la obra. Pegamos muy buena onda y siempre tuvimos una relación de mucho respeto. Desde las improvisaciones, la búsqueda en el comportamiento, su plasticidad y la apertura en captar lo que se demandaba desde la dirección. Siempre supimos que era el actor ideal para interpretarla. Es muy profesional y pienso que el proyecto está a esa altura también.
Por último, ¿por qué el público debería ir a ver Salta, la linda?
Salta, la linda, nos habla de esos encuentros que nos arman y desarman al mismo tiempo, de la vulnerabilidad de las personas, de lo más intimo del ser humano. Aquello que ocurre puertas adentro, donde a veces escabullirse y arriesgarse es la única manera de saber quiénes somos. Una historia atravesada por el amor, la esperanza y la valentía de seguir soñando. Es también la oportunidad de visibilizar la lucha y resistencia del movimiento travesti-trans por el derecho a la igualdad, dignidad y libertad sin discriminación. Se van a divertir, incomodar, sorprender y emocionar.