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La travesía de una mendocina que debió pagar $12.000 para volver a su casa

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Ana Torres está a pocos días de cumplir 78 años. A lo largo de su vida, pocas veces tuvo que pasar algo tan dramático cómo fue intentar volver a su casa de Chacras de Coria en plena pandemia.

Si bien, Ana vivió en Mendoza la mayor parte de su vida. Hace unos años, cuando enviudó por segunda vez, comenzó a ir más seguido a Buenos Aires.

Finalmente, hace un año decidió radicarse definitivamente en el barrio de Recoleta.

El verano 2020 lo pasó en Concordia en el campo de unos amigos. Cuando regresó, días antes de que se decretara en aislamiento “social, preventivo y obligatorio”, decidió “guardarse”. Pasado el primer mes quiso alquilar un departamento para estar “más tranquila” pero, al estar cerradas las inmobiliarias, tuvo varias complicaciones. ¿La principal? “Nadie quiere alquilarle una propiedad a un jubilado, si no hay terceros de por medio”, explica Ana con indignación. “Tenemos la cabeza blanca pero las neuronas sanas”, se queja.

Al no poder conseguir dónde vivir, la mujer decidió volver a Mendoza. A su casa.

Para hacerlo, Ana se tuvo que someter a un testeo. Este dio negativo. Se le abrían todas las puertas para volver.

Prefirió alquilar un remís. Así era más seguro, creyó. No viajaría con nadie más que el chofer. Así fue que le pagó $12 mil pesos para que la trajera a Mendoza.

Un viaje complicado
Tanto Ana como el chofer, viajaron con tapabocas y ella siempre atrás. La idea era cuidarse pero también si los paraban, que nadie pudiera objetarles nada en las 10 horas de viajes previstas.

El miércoles 22 de julio a las 22, Ana se subió al auto. Pero unas horas después, a las 6.30 del jueves fue despertada por el chofer.

“Estábamos en San Luis y el coche estaba detenido. El chofer me explicó que el tema se había puesto difícil. Después se acercó un policía que, de muy mal modo, nos dijo que recién íbamos a poder salir de ahí cerca de las 10 AM. Yo le quise preguntar algo, se dio vuelta y me dejó hablando sola”, recuerda Ana.

Efectivamente debieron quedarse ahí varias horas. “Hacía un frío tremendo y no había ni un lugar para ir al baño o comprar un café. Lo único que tenía encima eran caramelos, galletitas y dos botellas de agua. Me bajé un rato, para estirar las piernas pero el viento era helado”, explica Torres a Infobae.

«Estuve seis horas demorada y a la deriva en la ruta. Hacía un frío tremendo y no había ni un lugar para ir al baño o comprar un café. El trato que recibí fue deshumanizante. Me sentí de todo menos una persona. Te decían: ‘Quédese ahí‘, ‘Espere ahí‘ y ni siquiera te miraban a los ojos”, explica Ana Torres.

Finalmente, a las 10.30 horas, el auto en el que viajaba Ana pudo avanzar en una caravana escoltada por personal policial. “A las 13.45 horas llegamos a Mendoza y, en Desaguadero, nos volvió a parar la policía. Por supuesto no nos dieron explicaciones y nos dejaron ahí parados”, cuenta.

La espera, esta vez, fue de dos horas. Cuando el reloj marcó las 15.30 partieron otra vez en caravana y con escolta policial hacia la Terminal de Ómnibus de Mendoza, donde fueron recibidos por el comité de crisis. “Les mostré mi análisis de COVID-19 y, después de firmar una declaración jurada donde me comprometía a hacer la cuarentena en mi casa, dejaron que el chofer me llevara hasta Luján de Cuyo”, cuenta.

Ana llegó finalmente a las 19 del jueves. Un viaje que debía durar diez horas, máximo 12, se terminó convirtiendo en un viaje de 21 horas.

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