¿Es violencia de género si una mujer le pega a un hombre? o ¿existe el hombre feminista y la mujer machista? son algunas de las dudas comunes que tenemos y esta nota intenta esclarecer.
Lo principal a considerar cuando hablamos de violencia de género, es la cuestión de género. A nivel mundial, la mujer tiene considerablemente mucho menos poder que el hombre, empezando por lo más básico: la biología. Un hombre posee naturalmente mucha más fuerza muscular que una mujer, lo que le da un privilegio innato para desarrollar más tareas que ella, que necesitará de un esfuerzo y un trabajo para alcanzarlo.
Además, la mujer en el mundo tiene menos posibilidades de acceder a la educación, salud y trabajo remunerado que un hombre. Ya que es el sexo femenino quien carga con la responsabilidad del embarazo, históricamente quedó más relegada a la educación y al trabajo que un hombre. Problemas como los que enfrenta nuestro país como maternidad adolescente o políticas que sacan a la mujer de la esfera del trabajo son uno de tantos ejemplos. Sin ir más lejos, esta semana la gobernadora María Eugenia Vidal decidió que las trabajadoras del organismo recaudador de la provincia de Buenos Aires (ARBA) que se embaracen o adopten niños “perderán la productividad”, es decir, se les quitará parte de su sueldo. Este tipo de medidas hace que aumente la inequidad de género entre hombres y mujeres, ya que se centran en mandatos culturales patriarcales que imponen a la mujer bajo el rol de madre y, al parecer, nada más.
Asimismo, uno de los temas que más se está hablando a nivel mundial es la lucha por la igualdad salarial. Según las estadísticas, una mujer en la Argentina gana el 70 por ciento que un hombre por ocupar el mismo puesto de trabajo. Un ejercicio para pensar este punto, es considerar cuántos hombres mediocres ocupan hoy altos cargos de instituciones o empresas líderes, y cuántas mujeres mediocres existen en cargos altos. Si la cultura ayuda a descifrar, es fácil ver el resultados: CEO’s, millonarios, políticos, músicos, medios de comunicación, son ámbitos donde las mujeres son contadas con la palma de la mano y, en aquellos lugares que existen, no forman parte de las decisiones importantes que respecten a ese espacio.
En definitiva, el concepto de género viene a dar luz al tema central de la desigualdad con los hombres: a las mujeres les pasa lo que les pasa -pérdida del poder adquisitivo, falta de derechos a la salud y a la educación, la prohibición a decidir sobre su cuerpo- sola y exclusivamente por ser mujeres. Es decir, que por su condición de sexo femenino son quienes “deben” cuidar a los niños, ocuparse de las tareas domésticas y demases cuestiones que la relegan del mundo profesional y educativo para dejarlas encerradas en su casa.
Era Flora Tristán, allá por el siglo XIX, quien ya observaba dicha inequidad y planteaba que la negativa de enviar a las mujeres a la escuela obedece a la ventaja de contar con el trabajo gratuito de éstas en el ámbito del hogar. Que no está muy lejos de lo que sucede dos siglos más tarde, con políticas como la de Vidal o con empresas que no son capaces de poner lugares en sus oficinas para que las mujeres amamanten, algo que el Ministerio de Salud recomienda debe hacerse los primeros seis meses de vida del bebé. Entonces, si el recién nacido depende de ella y en su trabajo no puede alimentarlo, ¿dónde quedará relegada esa mujer? A su hogar.
Teniendo en claro el concepto de género, la cuestión ahora es la violencia de género. El concepto hace hincapié en un tipo de violencia que afecta solo a las mujeres por su condición de tal. Es como la fórmula del agua (H2O), que necesita dos partes de hidrógeno y una de oxígeno; es matemática y exacta y, como tal, solo sucede cuando se da el siguiente escenario: un varón ejerciendo su poder sobre una mujer. No existe de otra forma, recordar, es ciencia exacta.
La violencia de género sucede de esta manera, cuando un varón impone su género sobre una mujer. Esta imposición de un género sobre otro hace a la violencia, que puede ser de diferentes formas: sexual, de acoso, de restricción de ciertas actividades o ámbitos, de control, de privación de su libertad o decisión, y millones más.
Ahora bien, la pregunta popular por excelencia: ¿es violencia de género cuando una mujer violenta a un hombre? No, no lo es. Porque la violencia de género define una problemática específica que atañe al género del hombre impuesto sobre el género de la mujer. Como se explicó más arriba, la mujer no posee los mismos derechos y oportunidades que un hombre, por lo tanto no puede “imponer” su género sobre él.
Una manera fácil de entender el poder que tiene el hombre de imponer su género sobre el de la mujer es pensarlo desde el concepto de racismo. En este escenario, un blanco puede ser racista con un negro pero jamás al revés. Esto sucede porque el blanco tiene, a nivel mundial, el poder de imponerse sobre el negro ya que posee derechos y oportunidades que los negros no tienen. Cuestiones como el acceso a la educación, la violencia institucional y la salud demuestran que la población de las personas de piel negra históricamente fueron relegados de sus derechos, lo que los hace incapaces de tener “poder” sobre los blancos.
Pero para seguir derribando mitos populares, también se debe hablar de feminicidios, la figura legal que en 2013 la Corte Suprema acuñó para tratar los casos de muertes de mujeres en manos de hombres. Volviendo a la metáfora de la ciencia exacta, la Justicia habla de feminicidios solo cuando una mujer muere por que un hombre así lo quiso. No todas las muertes de mujeres son feminicidios, entonces, sino aquellas en las cuales el hombre imponiendo su género haya sido la causa de su fallecimiento. En la actualidad, una mujer muere por violencia de género cada 18 horas en la Argentina. Es decir, cada 18 horas un hombre impone su género sobre un mujer.
FEMINISMO Y MACHISMO, DOS CONCEPTOS DIFERENTES
La violencia cultural, mediática y social utiliza de manera errónea los términos de feminismo y machismo y eso hace que la inequidad de género entre hombres y mujeres aumente cada día más.
El feminismo es la lucha por la igualdad de género entre hombres y mujeres en lo que refiere a todos los aspectos antes mencionados, mientras que el machismo se trata de imponer el género masculino por sobre el femenino. Como se ve, ambos conceptos connotan significados diferentes y, por tanto, no son antagónicos. No son “un extremo” de una situación. Son simplemente términos distintos.
Algo fundamental a resaltar además es que ni el feminismo ni el machismo responden a un órgano sexual reproductor. Hay que eliminar completamente las ideas que sostienen que el feminismo habla de mujeres y el machismo habla de varones. Como si el machismo fuera un varón violento de la cual la mujer “feminista” es víctima. Esto es completamente erróneo, ya que la mujer puede ser feminista o machista, y el varón puede ser feminista o machista. El término no responde a un órgano sexual reproductor, sino a un pensamiento y actitud en el mundo. Así las cosas, existen mujeres que consideran que es el hombre el único que debe educarse mientras que hay hombres que luchan por el empoderamiento de la mujer.
No es ningún “extremo” ni “fanatismo” considerarse feminista entonces, sino que hace a la persona capaz de comprender la desventaja con la cual la mujer transita este mundo, y tener actitudes para sumar a la igualdad de género. Es vital comprender el significado de cada concepto, puesto que es el feminismo la única forma de combatir la violencia de género y la única con poder real actual para combatir los mandatos patriarcales que afectan tanto a varones como mujeres, pero que termina solo con la vida de mujeres, que viven en riesgo continuo.
De esta forma, machismo, la imposición del género masculino sobre el femenino, hace daño tanto a mujeres como varones. Ya se explicó las graves consecuencias que tiene para la mujer vivir en un mundo machista, pero y ¿el hombre? Pues es a su género a quien la cultura machista le impone ser el principal proveedor monetario de su hogar, tener actitudes de “macho”, no poder demostrar sus sentimientos desde chicos o tener los extremos cuidados para no caer en la “homosexualidad” -teniendo en cuenta además la homofobia reinante del sistema-. Medidas políticas misóginas como que el padre solo tenga tres días hábiles laborales para ausentarse de su puesto de trabajo cuando nace su hijo expone el peligro de esta situación. La diferencia es que a los varones el machismo los afecta, pero no los asesina.
¿EN QUÉ LUGAR DEL MUNDO HAY MÁS Y MENOS EQUIDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES?
En enero de este año, la revista National Geographic realizó un estudio a nivel mundial llamado la “Revolución del género” donde expuso el Índice Global de la Brecha de Género, del Foro Económico Mundial. Los datos se midieron entre mujeres y varones de todos los países del mundo según los logros educativos, salud y supervivencia, participación económica y poder político.
Una década de datos muestra que la igualdad está más cerca de conseguirse en la salud y la educación, que diez países ya la alcanzaron. Pero las mujeres siguen rezagadas en lo económico y en lo político: ningún país ha logrado la paridad en estos rubros.
En algunas naciones, en particular en Medio Oriente y África del norte, disminuir la brecha económica significa reducir las barreras que impiden a las mujeres trabajar fuera de casa. En otras, como Estados Unidos, esto implica más mujeres en roles de liderazgo -y un aumento de sus salarios-.
El progreso puede ocurrir en cualquier etapa. Aunque Arabia Saudí tiene una brecha de género notable, es uno de los países con mayores progresos, por mejorar la participación económica de las mujeres. Durante los pasados veinte años, el número de mujeres saudíes graduadas de la universidad se elevó de manera significativa y una iniciativa gubernamental reciente promueve el empleo femenino.
El nivel de ingresos de un país no siempre predice la igualdad. Algunos lugares ricos como Japón, Corea del Sur y Kuwait, calificaron en el último tercio del índice general, mientras Filipinas y Nicaragua están entre los quince primeros.
Nuevamente citando a Flora Tristán, una de las primeras feministas de la historia, decía en el siglo XIX: “Se observa que el nivel de civilización al que han llegado diversas sociedades humanas está en proporción a la independencia de la que gozan las mujeres”.
Periodista: Malena Montes
Fuente: Sección Ciudad