🚫El cierre de la planta de lavarropas no solo dejó a 220 familias en la calle. La onda expansiva ya voltea a las PyMES proveedoras: logística y autopartistas cierran o ajustan, confirmando que sin industria terminal, no hay cadena de valor.
Lo de Whirlpool en Pilar fue quirúrgico y brutal. En una reunión de desayuno, la multinacional comunicó a sus 220 empleados que la planta de lavarropas —inaugurada con bombos y platillos hace apenas tres años— bajaba la persiana para siempre.
La justificación es el nuevo mantra corporativo de la era Milei: «Conviene más importar que producir». La caída del consumo interno y la apertura comercial hicieron que la fábrica modelo de Fátima, diseñada para exportar a la región, sea inviable. Pero el drama de los operarios de la UOM, que pasaron de negociar un bono a recibir el telegrama, es solo el primer capítulo.
La Tragedia Invisible: El Efecto Dominó
Cuando cae un gigante, tiembla el suelo de las PyMES. A días del cierre, el impacto en los proveedores locales es devastador:
* Translog (Logística): La empresa, que operaba un centro de distribución exclusivo de 15.000 m², anunció el cierre de operaciones. De sus 20 empleados, 17 fueron despedidos y solo 3 reubicados. Sin productos que mover, no hay logística que valga.
* Novax (Insumos Plásticos): Proveedora de piezas para los lavarropas, ya advirtió que 38 puestos de trabajo están en riesgo inminente al perder a su cliente principal.

Un Cementerio de Máquinas Nuevas
El caso Whirlpool desnuda la fragilidad del esquema actual. No se trata de una fábrica obsoleta que no pudo competir; se trata de una inversión moderna de US$ 50 millones que se descarta porque el modelo económico premia al importador y castiga al fabricante.
Mientras la empresa se reconvierte en una oficina comercial de importación, el Parque Industrial de Pilar empieza a mostrar los claros: naves vacías, máquinas paradas y un tejido industrial que se deshilacha a una velocidad alarmante.