Desde épocas del inicio de la nueva democracia hemos visto influencia en los medios porteños en las diversas etapas de los vaivenes de la política vernácula.
Es bueno recordar que Figadillo era el seudónimo de Juan Bautista Alberdi, padre de la Constitución Argentina, que antes de dedicarse y en tiempos de profunda formación en la vida, en su etapa de exiliado, se ganaba la vida escribiendo relatos costumbristas, en Chile.
Desde su instalación en 1843 en la hermosa Valparaíso, entre olores a mar, sopas de pescado, vendedores de frutas y verduras y redes de marinos, caminaba bajo la bruma de mañana, sobre la costa de una de las aguas más frías que podemos conocer, este verdadero artista de la pluma, dejaba volar sus espíritu aventurero y entre otras cosas escribió su tesis doctoral, que llamó SOBRE LA CONVENIENCIA Y OBJETOS DE UN CONGRESO GENERAL AMERICANO, en donde Juan Bautista realiza una exposición detallada de su idea de la Unión Americana por medio de la herramienta genial en la teoría y difícil de implementar, la Unión Aduanera.
En ese tiempo compró una finca que llamó Las Delicias y comenzó a cartearse con Domingo Faustino Sarmiento, quien lo invita a integrar esa enorme colectividad de Argentinos que se refugiaron en tierras del hermano País.
Fue tal la identificación y del disfrute que tuvo en Chile, que cuando llegó a Montevideo, siguió escribiendo temas costumbristas del cálido pueblo chileno, que entre costa brava y montaña y arroyos, va recreando historias, siempre bajo el nombre de Figarillo.
En sus ratos libres en Chile, profundizó el estudio en la enorme Constitución de Estados Unidos, siempre pensando seriamente, que valores podría transpolar para su amada Argentina, que en su profundo corazón sabía que en algún momento se terminaría la era del rosismo, y se trataría el tema de la necesidad de una Constitución que dé marco a la construcción de una Nación.
Sobre este punto, tenemos que contar, la importancia de una buena traducción, ya que él no manejaba el idioma Inglés, cosa que no ocurrió, por lo cual se formó conceptos que no eran los correctos, y su razonamiento demoró en identificar un camino de conveniencia para lograr la mejor Constitución que creyó para una País dividido desde la semana de Mayo en adelante.
Su impulso definitivo fue cuando llega a su vida la información de la Batalla de Caseros (1852), entonces se pone a trabajar en las Bases que dieron curso a la fabulosa Constitución que sirvió por años a la República.
La fama le vino en forma inmediata a la publicación de Bases y Puntos de Partidas para la Organización política de la República Argentina, cuando es publicada por el Mercurio de Valparaíso. Tal fue el éxito, que debió publicar meses después con ampliaciones, basando sus conceptos no solo en la Constitución de Estados Unidos, sino también en la Constitución del año 1926.
En el seguimiento de sus ideas cada día más liberales en lo económico y social, escribió obra que es también muy importante, Elementos de derecho público provincial Argentino (1853), lo cual lo lleva a afirmar que gobernar es igual a poblar, teniendo en cuenta que en ese tiempo, el territorio nacional, tenía una población muy frágil, por lo cual Alberdi decía que la inmigración era un medio de progreso y de generar una nueva cultura en América del sur, escribió:…”el espíritu vivificante de la civilización europea, ellos introducirán hábitos de orden y de buena educación, hábitos de industria y de la laboriosidad, y los transmiten al conjunto de la población del País”……
Por lo tanto Alberdi sabía que poblar era desarrollar un nuevo País, confiando en que la vendida de Europeos del norte, que vendrían traerán el concepto de industrialización, con lo que eso conllevaba, una mejor calidad de vida y un desarrollo pleno, visto con los ojos de aquellos años.
En lo referente a la educación, Alberdi creía más en un sistema que eduque para el trabajo y la superación técnica, más que en una educación humanista y formal, esto era parte de un resultadista del fútbol, que un exquisito que le guste elaborar una buena jugada que deleite por un rato a la hinchada local, diríamos un bilardista pleno, más que un menotista, salvando el siglo de diferencia.
Albedi era realmente un pragmático, por lo cual proponía medidas concretas para lograr una dinámica inmigración, como la firma de tratados con países soberanos, para garantizar los derechos de propiedad, de libertad civil, de seguridad, de adquisición y de tránsito. Era tan realista y dinámico, que escribió en Bases…”los tratados de amistad y comercio debemos tomarlos como el medio honorable de colocar la civilización sudamericana bajo el protectorado de la civilización del mundo”……y avanzaba aún más cuando dice:…”el gobierno Argentino debería fomentar la inmigración espontánea, otorgando a los inmigrantes franquicias que les hagan olvidar su condición de extranjeros, siguiendo el modelo de Estados Unidos”……finalmente sobre el tema de religión, era también muy realista y moderno, decía…”la tolerancia religiosa era un elemento clave: y presentaba para América española un dilema fatal: por un lado catolicismo pleno pero un territorio despoblado, o una América poblada y próspera, pujante que se arriesgue a los cambios y lo que demande ese crecimiento necesario para formar un País moderno”…..usa un término que hoy resulta a risa, …”hay que ser tolerante con el catolisismo”….
Existen artículos que Figadillo expresa que para el progreso es mejor ser protestante que católico.
Un tema que lo ponía en guardia permanente, era el transporte, no solo para transportar personas, sino bienes, que eran base de lograr un comercio actualizado a los nuevos tiempos, y como buen hombre del interior, sabía lo que era trasladarse lento y calmo, por días en carretas leguas y leguas, por lo cual fue tanto su valor, cuando regresa desde Buenos Aires a su Tucumán natal, tiempo después.
Desde ya que el ferrocarril, que sabía que había unido las zonas oeste y este de los Estados Unidos, podría tener similitudes con los que había que hacer en Argentina de norte a sur y de este a oeste, pero necesitábamos profundizar la navegación de los ríos Paraná y Uruguay, sabía del enorme Mar Argentino, el tema de la aduana interior, todo era una suma de temas a convalidar para lograr desarrollo y progreso en el nuevo País, en el nuevo continente, que él dejó pincelado en artículos varios, a través del tiempo.
Siempre defendió que la legislación civil y comercial sirva a la radicación fácil de familias extranjeras, por lo cual pensó en un paquete de leyes que respaldan con la luz de la nueva Constitución Argentina.
Uno de los puntos más relevantes en sus Bases fue el artículo 25 que decía;…”el Gobierno Federal fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuestos alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes”…..
Finalmente pensó la pluma de Figadillo, temas tales como los derechos civiles de los habitantes de la Confederación , el derecho de la propiedad privada, la seguridad jurídica y en su artículo 20 dice:…”los extranjeros gozan en el territorio de la Confederación de todos los derechos civiles del ciudadano, pueden ejercer su industria, comercio y profesión, poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos, navegar los ríos y costas, ejercer libremente su culto, testar y casarse conforme a las leyes y no están obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones forzosas extraordinarias”….
Como vemos esto fue un salto cualitativo y cuantitativo del enfoque colonialista de los españoles y los portugueses que colonizaron estas tierras del sur de América, por lo cual la demora en abrazar el progreso.
Desde ya Argentina tuvo un capítulo único en América, que fue el Peronismo, quien ejerció una distribución de la riqueza, que aún ni sueñan otros sectores de esta atrasada sud América que no para de sufrir, los efectos de sus mismas indecisiones de progresar sin tapujos.
Un traductor de Alberdi, fue su amigo Juan María Gutiérrez, quien fue el redactor en Santa Fe de la nueva Constitución en 1853, sobre los escritos de las Bases del Gran Alberdi, y sobre las estructuras vivenciales de los artículos del fantástico Figadillo.
Juan Bautista murió junto a Figadillo, el 19 de junio de 1884 a los 73 años en París, y está en el cementerio de Neuilly-sur-Seine, un suburbio de esa hermosa ciudad luz. La historia cuenta que él había adquirido otra tumba en el centro de París, y tenía comprada lápida y busto, tal vez sabiendo que sería recordado alguna vez por alguien que sabría valorar su aporte magnífico a la creación de una América libre y próspera, pero nunca llegó a ocupar esa tumba que sigue hoy vacía.
El destino de su cuerpo era otro, el Estado se lo apropio al gran liberal, y se lo arrebató a París, y se lo trajo en la Azopardo, un vapor Argentino en 1889, hasta la Catedral de Buenos Aires, por indicación de Juárez Celman.
Pero su recorrido final tuvo un tiempo en el mausoleo de la familia Ledesma en la Recoleta, luego fueron a un mausoleo que donó el Municipio de Buenos Aires, hasta que llegó a su natal Tucumán, en donde encontró su lugar hasta ahora final, en 1991, cuando fue sepultado en la Casa de Gobierno de la ciudad capital del Jardín de la República.