Nacimos para sufrir, vamos a sufrir siempre… pero vale la pena. Amo a todos los argentinos. Los dejamos en la cima del Mundo. Ojalá todo el país esté tan feliz como nosotros. No lo puedo creer, pero somos justos campeones. No me lo olvido más de este día», indicó Rodrigo De Paul, totalmente desencajado de felicidad y lágrimas, tras la finalización del infartante partido en el que Argentina se coronó Campeón del Mundo.
Cuánta razón tiene el motor de este seleccionado nacional conducido por los dos Lionel: el inconmensurable Messi («Me faltaba esto y acá está», dijo con simplicidad) y el gran estratega Scaloni, que junto a su encomiable cuerpo técnico pensó un duelo en el que todo salió casi a la perfección durante poco más de 70 minutos. Pero, como supo apuntar Carlos Bianchi hace más de dos décadas, el 2-0 es un resultado «chivo».
Porque Argentina rezuma 2×4 y tras el 3-3 señalado por el demonio Mbappé a dos minutos del final del tiempo suplementario, los hinchas presentes en Qatar, los miles de argentinos desperdigados en todo el planeta y hasta los propios transpirados protagonistas que dejaron la piel en Lusail tal vez por lo bajo hayan musitado: «Buenos Aires, cuando lejos me vi, sólo hallaba consuelo en las notas de un tango dulzón que lloraba el bandoneón».
«Hay que sufrir para poder gozar, somos justos ganadores. Para ser campeón hay que ganarle al último campeón y hoy lo hicimos», concluyó De Paul, algo en lo que coincidió el defensor Nicolás Tagliafico, otro de gran tarea en el seleccionado argentino, quien tras ir en ventaja en dos oportunidades en la final del mundo ante Francia destacó con llamativo aplomo: «Si no se sufre, no vale. Y hoy había que sufrir un poco más».