INTERÉS
110 segundos para morir: la agonía de los tres astronautas de la Soyuz 11 cuando supieron que no iban a regresar vivos
volanta
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2 años agoon
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Redaccion
Hace 50 años, la tragedia sacudió la carrera espacial en la Unión Soviética. La nave, tripulada por Vladislav Vólkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsáyev, había partido el 6 de junio de 1971 con la misión de vivir la primera experiencia de vida humana prolongada en el espacio y volver para contarlo. Pero nada salió como lo planeado. Cuando aterrizaron, los tres estaban muertos
Fue ideada para la hazaña. Y terminó en desastre. Todo anduvo mal, desde el principio. La URSS, en plena carrera espacial para igualar, y superar, a los Estados Unidos, que ya habían puesto al Hombre en la Luna, debió abortar la misión, empezar todo de nuevo, apiadarse hasta de sus yerros. Pudo más el orgullo, le necedad y la soberbia, que son la piedra fatal con la que tropiezan los gobiernos totalitarios. Y los no totalitarios, también.
Hace medio siglo, la nave espacial Soyuz 11 viajó el espacio para consumar una hazaña.
Tripulada por los cosmonautas Vladislav Vólkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsáyev, tenía como misión acoplar la nave a la primera estación espacial de la historia, la Salyut 1, entrar en ella, habitarla, reparar lo que hiciese falta, reorientar sus instrumentos, vivir la primera experiencia de vida humana prolongada en el espacio y volver para contarlo.
Cuando abrieron la cápsula espacial, los tres cosmonautas estaban muertos. Un escape de aire los había asfixiado con extraordinaria rapidez y precisión. No vestían traje espacial, que les hubiera salvado la vida, porque el experimento también consistía en saber qué pasaba con los astronautas que viajaban al espacio sin protección y sin oxígeno de emergencia. Además, los voluminosos trajes espaciales hubiesen reducido la tripulación a dos personas, y la idea era enviar al espacio a tres. Todo mal.
El fracaso de la Soyuz 11 retrasó en dos años en el programa espacial de la URSS, obligó a rediseñar el proyecto y las naves Soyuz y condenó a muerte a la estación espacial Salyut 1, que fue desviada de su órbita, reorientada y obligada a caer en el mar.
Todo venía muy mal desde antes. La Soyuz 10 había fracasado en su misión de entrar a la Salyut 1. Se había acoplado, en abril de aquel fatídico 1971, pero su tripulación no pudo ingresar a la estación espacial. El sistema de acoplamiento se dañaba con una presión equivalente a 130 kilos, mientras que durante la maniobra de unión debía soportar entre 160 y 200 kilos. La pieza que se deformaba con el peso fue reforzada para la Soyuz 11. Esta vez, todo iba a salir bien.
Pero es que todo había empezado mal. Ni Vólkov, ni Dobrovolski, ni Patsáyev debieron haber tripulado la Soyuz 11. El equipo original estaba formada por otros astronautas Aleksei Leónov, Valeri Kubásov y Piotr Kolodin. Pero el 3 de junio, días antes del viaje espacial, una radiografía de Kubásov mostró una mancha en uno de sus pulmones. Los médicos temieron tuberculosis y le prohibieron volar. Según las reglas del programa espacial soviético, si se descartaba a un cosmonauta, cualquiera fuese la razón, se descartaba a la tripulación entera. Así llegaron a la Soyuz 11 Vólkov, Dobrovolski y Patsáyev. Y así salvaron la vida sus tres camaradas.
Los tripulantes de Soyuz 11 se acoplaron a Salyut 1 el 7 de junio y de modo automático. La pieza rebelde que antes se deformaba, resistió y la primera parte de la hazaña estuvo cumplida. Los tres entraron a Salyut 1, encendieron el sistema de regeneración de aire y cambiaron un par de ventiladores que funcionaban a regañadientes. De inmediato sintieron un penetrante olor a humo y desde tierra se les aconsejó pasar esa primera noche en la nave espacial y no en la estación. Al día siguiente, el aire de Salyut era normal, los cosmonautas entraron como a casa, hicieron un par de maniobras de corrección orbital y orientaron los paneles de la estación hacia el Sol. En la Tierra, la prensa del mundo destacaba una nueva hazaña de la astronáutica soviética.
Sin embargo, a bordo de Salyut las cosas no iban bien. Vólkov, Dobrovolski y Patsáyev no siguieron el programa de entrenamiento imprescindible para paliar los efectos de la falta de gravedad. De modo que el 9 de junio, por el sistema de televisión que enlazaba a la estación con el centro de control, se les “recordó” la necesidad de realizar esos ejercicios, con el abanico de matices que el régimen soviético adjudicaba a la palabra “recordar”. Pero el reto sirvió de poco. Lo que en el control del a misión sabían, y el resto del mundo ignoraba, es que las relaciones entre los cosmonautas eran pésimas.
El comandante, Dobrovolski, de 43 años con una enorme responsabilidad a cargo, entraba en fricciones constantes con Vólkov, un ingeniero de vuelos de 35 años que ya había participado de otra misión espacial, sentía que debía comandar esta y que, en cambio, había sido desplazado por un astronauta mayor, pero novato si se hubiese tenido en cuenta su propia experiencia. A las discusiones constantes entre los dos pilotos se sumaron algunos hechos extraños: el 16 de junio, un misterioso incendio en la estación Salyut 1 casi provoca una evacuación de emergencia. Y luego hubo algunas discusiones fuertes entre Dobrovolski y Vólkov por la avería del telescopio principal, con una tapa que funcionaba, como todo en aquella experiencia espacial, a tropezones.
La misión se acortó. Para frenar ese clima de trinchera, las autoridades ordenaron el regreso de la Soyuz 11 el 30 de junio, cuando la fecha inicial del retorno estaba prevista para el 7 de julio, un mes después del lanzamiento. Mientras, se adelantaba la partida de la Soyuz 12 para el 20 de julio.
Todo no dejaba de estar teñido de un irónico fatalismo porque Soyuz, en ruso, significa unión. Y si algo no había en aquella tripulación, era unión. El principio de incendio en la estación espacial, y el peligro que implicaba, pareció haber serenado en parte los levantiscos ánimos de los cosmonautas. Lucharon juntos para controlar el fuego, apagaron el generador principal de oxígeno, conectaron el secundario, cambiaron los filtros del generador apagado y volvieron a encenderlo después de seis horas de peligro. El riesgo pareció unir a los astronautas. En los días siguientes, no hubo más incidentes, ni técnicos, ni humanos. Patsáyeb, otro ingeniero de vuelos de 38 años, hasta se dio el gusto de plantar algunas semillas en Salyut para dar origen al primer jardín espacial de la humanidad.
La única preocupación pasó a ser el estado físico de los astronautas. El 20 de junio evaluaron desde el control en tierra que la capacidad pulmonar de los tripulantes de la Soyuz 11 había disminuido en un treinta y tres por ciento y que los trajes Penguin de entrenamiento no funcionaban bien. Igual, los responsables de la misión decidieron el regreso de la Soyuz para que aterrizara entre el 27 y el 30 de junio porque había un récord a batir, el de permanencia en el espacio, que se cumplía, y se cumplió, el 25 de junio. Desde el 26 en adelante, todo se ciñó a los preparativos para el regreso a la Tierra.
La decisión de que los cosmonautas de la Soyuz 11 no llevaran trajes espaciales se debió, únicamente, a los desmedidos e innecesarios riesgos que adoptaron los directores del programa espacial de la URSS. Los pesados trajes habituales reducían la posibilidad de enviar al espacio a más de dos astronautas. En lugar de rediseñar las naves, decidieron eliminar los trajes, proveedores de oxígeno en caso de emergencia, entre otras cualidades.
La medida se había adoptado ya con éxito en las misiones Vosdoj y por primera vez se extendía al programa Soyuz. Le medida tuvo sus detractores, entre ellos el jefe de la Comisión de Industria Militar, Leonid Smirnov, el diseñador del sistema de control ambiental, Illiá Lavrov y Nikolai Kamanin, jefe del cuerpo de cosmonautas soviéticos. Todos exigían que la tripulación de la Soyuz 11 llevara máscaras de oxígeno, vitales para el retorno a la Tierra. Perdieron la batalla y los tripulantes de Soyuz 11 viajaron sin máscaras y con trajes de entrenamiento.
El 29 de junio los tres cosmonautas dejaron la estación espacial Salyut 1 y se metieron en la nave Soyuz 11 para regresar a Tierra. Al cerrar la escotilla un sensor dictaminó que el cierre no era hermético. Desde el control de la misión aconsejaron repetir la operación, pero recién después de varios intentos el sensor dejó de lanzar su bip de advertencia.
La Soyuz se separó de Salyut e inició su descenso. Hubo tiempo incluso para una broma. El control en tierra advirtió a los pilotos que, dada su condición física y la pérdida de masa muscular por la ingravidez, no intentaran ponerse de pie al llegar a la Tierra: tendrían que ser cargados en brazos, como bebés. El comandante Dobrovolsky soltó: “Nos vamos a sentar y a dejar que ustedes hagan todo el trabajo”.
Todo sucedió, casi, según los planes. La Soyuz reingresó a la atmósfera y, a siete mil metros del suelo los paracaídas se abrieron y la nave se balanceó con elegante lentitud hacia el territorio que es hoy Kasajistán. A sólo seis metros del suelo dos poderosos cohetes retropropulsores hicieron que la Soyuz se apoyara en tierra como una pluma. El equipo de rescate hizo entonces lo que había pensado el comandante Dobrovolski: abrió la escotilla para alzar a los cosmonautas como a tres bebés, para llevarlos a los helicópteros y a la gloria. Pero los tres estaban muertos.
Empezó entonces una batalla desesperada por intentar volverlos a la vida: respiración boca a boca, masaje cardíaco, una batería inútil de recursos médicos en el árido suelo kazajo: los astronautas estaban muertos desde hacía media hora. Los pequeños, aunque potentes, dispositivos explosivos que habían detonado en el espacio para separar la Soyuz de la Salyut, habían abierto dos pequeñas válvulas de un milímetro de diámetro, diseñadas para que no se abrieran jamás juntas. Pero sí se abrieron, con seis segundos de diferencia. El preciado aire dentro de la Soyuz empezó a escapar. Y empezó también la agonía de los tres cosmonautas.
Hasta entonces, todo marchaba normal dada la misión, a los tumbos y con buena suerte. En el momento de la separación de la nave con la estación espacial, las pulsaciones de los astronautas era normal: el comandante Dobrovolski estaba en 80 por minuto, Patsáyev en 100 y Vólkov en 120. Los tres se dieron cuenta de inmediato de la fuga de aire gracias al sonido que producía el escape, y sus pulsaciones se dispararon: los electrocardiogramas de Dobrovolski dicen que había pasado de 100 a 114 y las de Vólkov de 120 a 180.
Apagaron el sistema de radio para localizar la fuente del sonido y el sitio de la pérdida. La encontraron en la válvula ubicada sobre el asiento de Patsáyev. Las medidas de emergencia decían que, en veinte segundos, la pérdida debía estar controlada, pero en los entrenamientos los cosmonautas tardaban entre treinta y cuarenta segundos. La demora habría sido nada, si los cosmonautas hubiesen vestido un traje espacial que les proveyera el oxígeno faltante. Pero no, no lo tenían.
Las posteriores investigaciones calcularon que veinte segundos después de iniciada la pérdida, la presión en el interior de la nave había caído tanto que los astronautas debían estar ya inconscientes. A los cincuenta segundos, las pulsaciones de Pátsayev habían caído a 42 por minuto. A los ciento diez segundos, los corazones de los tres tripulantes se habían detenido.
La tragedia de Soyuz hizo que, en adelante, todos los astronautas soviéticos llevaran trajes espaciales durante el despegue y aterrizaje de sus naves. Para evitar tragedias similares se instaló una unidad de control de fugas de aire, lo que disminuyó el espacio en la cápsula y obligó a tripulaciones de dos pilotos. Para volver a la tripulación de tres astronautas, hubo que rediseñar las naves Soyuz que no regresaron al espacio hasta 1973. El nuevo modelo, la Soyuz T, recién se lanzó en 1980. La estación Salyut 1 ya no pudo recibir más astronautas, incluso para que le suministraran combustible y el 11 de octubre fue destruida en una entrada controlada a la atmósfera.
Dobrovolski, Patsáyev y Vólkov fueron declarados héroes nacionales de la URSS. Después de un funeral de Estado, fueron enterrados en el Kremlin.
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Las pymes argentinas continúan ampliando fronteras y sumando relacionamiento internacional
Published
1 día agoon
22 de marzo de 2023By
Redacción
Ricardo Salomé, Presidente de Confederación General de Comercio y Servicios de la República Argentina y miembros de la comisión directiva de ACARA, estuvieron presentes hace pocos días en Madrid, en el marco de la invitación a Faconauto 2023. De esta forma, nuestra institución participó de una experiencia internacional muy positiva como fue la convención de la entidad que defiende los intereses de los concesionarios de vehículos españoles. Al respecto Salomé comentó: » _tenemos con Faconauto y también con muchas entidades colegas de los países mas relevantes, como las cámara americanas y brasileras, una alianza estratégica para seguir aprendiendo, sumando experiencias y enfrentar juntos el futuro de una actividad como la automotriz que es bien desafiante.Tratamos de estar presentes en todos los eventos donde se discute y se traza la hoja de ruta de la nueva movilidad global. En enero estuvimos en la Convención de la NADA, la entidad que defiende a los concesionarios americanos, ahora en Faconauto y seguiremos presentes y camunicando todo lo que acontezca en los eventos que tenemos por delante y donde iremos a compartir la problemática de las pymes y comercios argentinos»_ , completó Salomé. La agenda desarrollada en Madrid incluyó reuniones y encuentros de los más variados, tales como:
-Reunión con Gerardo Pérez Gimenez, presidente de Faconauto y próximo presidente de los concesionarios de Europa, y con la vicepresidenta, Marta Blazquez.
-Reunión con delegaciones de América y Europa en el segmento internacional de Faconauto en la que expusieron el también Presidente de ACARA, Ricardo Salomé y el Secretario General de ALADDA, Alejandro Saubidet .
-Encuentro con CEO de Renault Iberia, Sebastián Guigues .
-Encuentro en el congreso con el presidente del Partido Popular (PP), Alberto Nuñez Feijóo.
-Encuentro con el Senador Juan Bravo, experto en economía del Partido Popular (PP).
-Encuentro con la Ministra de Industria, Comercio y Turismo de España, María Reyes Maroto.
-Reunión con el Embajador Argentino en España, Ricardo Alfonsin.
-Reunión con el ex Embajador, Carlos Bettini.
-Reunión con el Secretario del bloque de diputados, Carlos Rojas, y el vicepresidente del Senado, Rafael Hernando, ambos del Partido Popular (PP).
-Visita a Concesionarios Renault de Madrid, Renault Madrid Retail Groupe, Concesionarios del Grupo Bartolomé y Concesionaria multimarca Colmenar, junto al Director de Ventas de Renault España, Jesús Bóveda.
-Visita a concesionarios del grupo Manuel Conde, presidente de la Asociación de Concesionarios de España Volkswagen, Audi y Skoda, y el dealer más importante en volumen de Toyota en España.
La gira de los representantes argentinos en Madrid, encabezados por Salomé, generó, como aspecto destacado, un listado de temas relevantes que tendrán una continuidad concreta:
-Conformación de Comisión Binacional para el desarrollo conjunto sobre Contrato de Concesión/ Agencias/ Franquicias para la presentación de una ley para Pymes, para el desarrollo con seguridad jurídica de las inversiones y el empleo.
-Concreción de convenios con Faconauto y con su Universidad para el desarrollo de cursos de formación y capacitación y para la creación de Universidad ACARA.
-Realización de intercambios sobre el sistema de matriculación en el concesionario donde el mismo le otorga la placa al cliente con la numeración adhesiva y con software directo de la autoridad competente. El trámite puede hacerse en el mismo día, si es antes de las 11 AM, o en 24 hs.
– Conocimiento sobre el sistema de la calificación de ingreso de personal, en la red Renault, en cuanto a perfiles, actitud y aptitud, mediante una consultora externa y su preparación online en 6 módulos.
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«Mujeres, Evita y Virginia», por Ibar Lucero
Published
7 días agoon
16 de marzo de 2023By
Redacción
Buenos días Señora!
Una mujer alta, delgada, de unos 80 años, con un vestido oscuro, cerrado, abotonado desde el cuello y largo hasta casi los tobillos, estaba frente a mí. Tenía el cabello blanco y unos ojos que todavía conservaban un extraño azul que el tiempo posiblemente había ido agrisando.
Soy Virginia Bolten, ¡anarquista, feminista, luchadora por los derechos de la mujer trabajadora! Fue su presentación.
Siempre pensé que tengo con Ud. muchas cosas en común.
Quizás alguna vez en su juventud, donde nació, cuando escuchaba a los payadores anarquistas alguno me nombro en sus coplas. Pero eso fue hace tanto tiempo, seguro se fue borrando de sus recuerdos.
Fueron segundos de tiempo, pero por la mente de Evita pasaron, como un viento, Luis Acosta García, Martin Castro, Alberto Ghiraldo, algún comentario de Homero, de Mellaza Muttoni o Leopoldo, que conocía tan bien el campo.
Se estrecharon la mano. Virginia sintió unos dedos delgadísimos, pero llenos de una electricidad que transmitían una energía extraña.
Ud. nació en Los Toldos, no en Junín exactamente, dijo. ¿Todavía había indios pampas? preguntó.
Sí, estaban los Coliqueos, que siempre habían sido aliados. Así que no tuvieron grandes problemas.
Donde yo nací, en San Luis, algunos no marcharon, cuando el ejercito los arreó como ovejas. Se rebelaron, los fusilaron, y les violaron a muchas de sus mujeres. Nosotras siempre fuimos trofeos, de unos y de otros. Unos cuantos que ya trabajaban y sembraban maíz, zapallos y papas, con semillas que vinieron del Perú, se quedaron trabajando la tierra pacíficamente, cerca de Villa Mercedes, que es lo que querían hacer. No querían pelear.
Por favor, ¡siéntese, Virginia! Disculpe que no le acerque yo una silla, pero no puedo caminar bien y estoy un poco débil.
Gracias señora, respondió, mientras acercaba una, frente al escritorio.
Por favor, no me diga señora. Dígame compañera. Con Ud. somos compañeras hace tanto tiempo, aunque nunca nos hayamos visto. Yo leía sus artículos en los diaritos que circulaban. “La Voz de la Mujer Trabajadora”, llegaba alguno desde Tandil, o Baradero, de mano en mano. Ud. anduvo por tantos lugares… Recuerdo su consigna:
¡Ni Dios, ni patrón, ni marido!
Quiero serle sincera. No coincido en dos de sus consignas. Crecimos en la confusión que el marido era también nuestro patrón. Eso nos enseñaron.
Con Dios, me pasó algo parecido, porque se me confundía con algún confesor que, cuando era muy jovencita, me intentaba abusar con preguntas pornográficas, con voz libidinosa, sabiendo que yo era chica. Respetaba su vestimenta y era hija “natural”, no tenía padre reconocido. Si mi mamá era una “pecadora”, yo también podía ser.
Mi papá vivía con su familia legal.
Pero algún cura también me enseño que en la tierra hay siempre más gente buena que mala. Los malos son minoría. Eso los vuelve más malos, porque saben que, si no, desaparecen. Como también hay más pobres que ricos. Por eso, enredan y trampean siempre las elecciones y generan tantos requisitos para darte derechos políticos. A algunos se les había ocurrido plantear que solo tienen derecho al voto los hombres, porque son soldados – pero hay muchos y más en la guerra que, con dinero, compran reemplazos. Mire la guerra del Rif en España.
También aprendí que ser sacerdote es un título que se gana estudiando y dando exámenes – como un ingeniero o un abogado. Son como todos, son seres humanos, no dioses. Los hay malos y buenos. Ser cura es otra cosa. El cura cura, o ayuda a curar las otras heridas que nos da la vida. Confundíamos a Dios con los que decían representarlo.
¿Conoce al padre Hernán Benítez? ¿Al Padre Julio Iocco, cura obrero de Lanús, que trabaja en una fábrica y, cuando sale, abre la parroquia? Se lo voy a presentar.
Hace años que vivo en Montevideo. Viajé toda la noche en el barco de la carrera, para estar temprano en la fila para verla. Cuando termine de conversar, me voy para el Puerto, espero el primer barco y vuelvo a casa, respondió Virginia.
Yo vengo del campo, de una estancia. Mi papá era un alemán, marinero. Su buque tenía como un puerto, Valparaíso en Chile. Él se dio cuenta que venía la guerra con Francia. Desembarcó y en el camino a Buenos Aires, cruzó por San Luis. Consiguió trabajo en una estancia y se quedó, porque se casó con la hija del dueño. De allí, nací yo y tres hermanos más.
Esa familia no duró mucho y con uno de mis hermanos decidimos irnos. Así conocí la vida de la mujer que trabaja. Conozco la zafra tucumana, la levantada, del maíz en Córdoba, el trigo en Santa Fe y las fábricas y el puerto en Rosario. El sufrimiento de las mujeres que, a las tres de la mañana en invierno y con la cría durmiendo al lado, tienen que ordeñar con las manos resquebrajadas de paspadas.
Me hice anarquista en Avellaneda, donde fui fosforera y trabajé en los frigoríficos. Mi lucha es por la mujer trabajadora, por sus derechos, por su salud, explotadas en los horarios, trabajando embarazadas y cuando regresan al conventillo, lavando ropa y preparando lo qué se puede de comida. Sin escuela, ni educación. La inmensa mayoría no lee, ni escribe y no se puede defender y, si estás sola, todos los proxenetas las quieren coger y hacerlas putas para explotarlas.
Mi lucha es por ellas. Fui delegada en un montón de lugares. En la fábrica de fósforos, en los frigoríficos y en Rosario en la refinería, estuve presa muchas veces. Soy anarcosindicalista y creo en la organización sindical de la mujer, para la defensa de sus derechos y para el desarrollo de su educación y la de sus hijos.
Como mi marido es uruguayo, cuando estuve la última vez presa, dije ser uruguaya y me deportaron por la ley de residencia. Igual volví un montón de veces a la Argentina a organizar sindicatos y huelgas. Edité periódicos con la prédica anarquista para la mujer trabajadora. Los edite con mi salario.
Volví a Montevideo embarazada y, con un hijo, me dediqué a fundar periódicos Anarquistas para las mujeres. Allí le presté atención a su prédica, pero fundamentalmente a su acción. Siempre creí que lo principal es la acción, lo que se hace. No lo que se dice. Me sentí por primera vez representada.
En la Argentina los Anarquistas habían sido barridos. Vi la Semana Trágica, los fusilamientos en la Patagonia. La muerte de Scarfo y Di Giovanni. Había decidido no volver.
Mira compañera, dijo Virginia, prepárate para la lucha violenta. Las ricas de la Argentina te odian, ellas quieren ser sufragistas como las inglesas, son hijas de la oligarquía, solo hay que ver sus apellidos: Alvear, Grierson, de Justo, Anchorena…, sus elegantes cenas de señoras sufragistas. Están casadas con Radicales que olvidaron a Alem, del Partido Conservador, patrones de estancias del interior, como tu viejo y el mío. Socialistas gorilas, como dicen Ustedes. Saben que siempre gobernaron por la violencia y los fusilamientos y usaron a la policía y al ejército, formado por los hijos que nosotras parimos, para matarnos.
A tu marido lo consideran un traidor y cuando puedan van a matarlo. Cuidalo, como vos sabes, como saben las hembras de tu calibre.
Nosotras no representamos a las sufragistas, que son unas mantenidas. Nosotras, dijo Eva, somos las representantes de las mujeres que trabajan y mantienen a sus hijos, que van al frigorífico y trabajan en cámaras, donde cortan carne, sin ropa de abrigo adecuada, después de dos semanas de haber parido, cagadas de frio; a las fosfores de Avellaneda; a las zafreras de Tucumán, a las levantadoras del poroto y tabaco en Jujuy y Salta; a las maestras rurales que llegan a las escuelas a caballo o en burro, después de hacer leguas a las otras de la ciudad que no ganan ni para pagar el tranvía y llevaban en sus bolsillos las tizas que compran porque las escuelas no había . También a las putas que no tuvieron otra posibilidad que sacrificar el cuerpo y la vida para mantener a los críos.
Estos derechos que vamos a ganar son los políticos y son centrales, pero a la oligarquía le duelen los derechos sociales.
Yo, al crear el Partido Peronista Femenino, lo hice pensando que las mujeres radicales, socialistas, comunistas, incluso las conservadoras crearían, en su momento, sus propios partidos políticos femeninos. Pero ellas son SEÑORAS DE y me parece que no entendieron el mensaje.
Evita se puso de pie y, dificultosamente, caminó hacia Virginia. Allí se vio toda su delgadez. No pesaba más de 38 Kilos. Sus manos y brazos eran alambres que parecían quebrarse en cualquier momento. Se abrazaron. Posiblemente lloraron, lágrimas de hembras fuertes, duras, luchadoras.
Se comprometieron crear un periódico de la Fundación para la formación de la mujer trabajadora, que Virginia alimentaría con su prédica.
Se despidieron, acordando hablar después de las elecciones, aunque las dos sabían que difícilmente volvieran a verse.
Volvieron a abrazarse en la despedida. SE FUSIONARON y dicen que ese momento generó tal centro de energía que un viento imprevisto hizo volar todos los papeles que había en el escritorio y en el del lado.
Mirando por la ventana, se veía como volaban los papeles y los tachos de basura por Paseo Colón, junto con los carteles de la obra que se estaba construyendo. Se desató una inesperada sudestada que inundó toda la Boca y parte de San Telmo, hasta cerca del edificio de la Fundación y luego se retiró, de la misma manera repentina como había llegado.
COMUNICADO DEL SERVICIO METEOROLÓGICO NACIONAL
“Ante la imprevista tormenta desatada en horas de la mañana en el día de ayer, el SMN dio a conocer el siguiente parte:
El SMN hace saber a la población que en el día de ayer se produjo, imprevistamente, pese a existir un pronóstico de vientos calmos del sur, rotando hacia la noche al sudeste, sin variación, un fenómeno que suele pasar en estas épocas del año, pero que da señales que permiten anticiparlo y preverlo con anterioridad, para que se tomen medidas adecuadas para la protección de los navegantes y los vuelos programados.
Se produjo una acción combinada por el encuentro de dos sistemas: uno de alta presión sobre el Atlántico, frente a la costa argentina y otro sistema ciclónico, ubicado en el sur de Uruguay, que cruzo repentinamente el Rio de La Plata, lo que provoco los vientos que se desataron durante el día y una repentina sudestada que, afortunadamente, no provoco daños, ni pérdidas humanas, ni de embarcaciones que se hallaban navegando.”
Fin
Ningún organismo científico, por más preparado y organizado, podría medir lo que un abrazo de dos mujeres, con semejante contenido de energía ideológica y decisión política, puede llegar a provocar, sobre un territorio y una sociedad que cada vez tiene mayor carencia e incomprensión del poder del amor en las formas de relación social y políticas de los seres humanos.
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Los Premios Taty Almeida del Centro Cultural Azucena
Published
2 semanas agoon
7 de marzo de 2023By
Redacción
Los Premios Taty Almeida del Centro Cultural Azucena se han instituido para premiar a todas aquellas personalidades que han realizado un aporte destacado al crecimiento e integración de la Patria a través de su labor política, social, cultural, científica y deportiva.
Los Premios son la continuidad de los reconocimientos que la institución viene otorgando desde el año 2017 a personalidades de la talla del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el vicepresidente MC Amado Boudou, la Sra. Estela de Carlotto, Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, los señores Gobernadores Axel Kicillof, Ricardo Quintela y Alberto Rodríguez Saá, los artistas León Gieco, Víctor Heredia, y los sindicalistas Hugo Moyano, Sergio Palazzo y Abel Furlan, entre otros.
En la primera cena de premiación del año 2023, que además es la primera de carácter federal, se premiarán a las siguientes personalidades:
José Mayans, Senador Nacional por Formosa
Lia Verónica Caliva, Diputada Nacional por Salta
Juan Carlos “Conde” Ramos, Cónsul Argentino en Paraguay
Flavia Barreiro, Agrupación Cultural Cruz del Sur
Dra. Sonia López, Diputada Provincial por Corrientes MC
Grupo Descartes, Colectivo Político y Cultural
Verónica Quiroga, Presidenta Red Viva Litoral
Lorena Ruiz Diaz, Militante Social
La cena se llevará a cabo en el Centro Cultural Tipográfico, un espacio histórico en recuperación ubicado en la Av. San Juan 3246 en CABA, donde además se desarrollará una muestra de artistas plásticos populares y la participación de la compositora e intérprete Ceci Graves, quien nos deleitará con sus canciones.
El Centro Cultural Azucena es una institución sin fines de lucro cuya misión es difundir, educar y contribuir al desarrollo de todos los aspectos vinculados al buen vivir de los pueblos en un marco de igualdad y respeto a la diversidad. Actividades culturales, de formación, educativas, fomento de la producción nacional y de inclusión social son llevadas a cabo gracias al aporte desinteresado y voluntario de nuestros adherentes.
Nos complace informar también sobre la puesta en marcha de la iniciativa Alianza Cultural, que propende a la integración, fomento y colaboración entre centros culturales, artistas y efectores culturales que integran en principio las Asociaciones Civiles El Tipográfico, El Centro Cultural María Celeste Franco y el Centro Cultural Azucena, abriendo este incipiente espacio a la participación de los protagonistas de la cultura, tanto personas como instituciones que deseen participar.

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